🌒 La generación que busca sin saber qué ha perdido
La mujer joven de hoy está en crisis. No lo sabe. No lo nombra. No lo entiende aún.
Pero lo encarna. Lo expresa en su piel, en sus gestos, en su estética, en su forma de habitar el mundo.
Muchas ya no desean verse como “mujeres”. No quieren parecer delicadas, suaves, vulnerables. Evitan vestidos, escotes, flores, joyas.
Prefieren botas militares o de astronauta, colores oscuros, uñas negras, estética neutra, genderless, sin forma, sin cuerpo, sin erotismo. No por moda, sino por defensa simbólica.
Porque el patriarcado les ha enseñado que ser mujer es peligroso.
Que el cuerpo femenino se expone, se somete, se cosifica.
Que la seducción es una trampa.
Que la belleza es una cárcel.
Y que “ser femenina” es complacer o competir.
Pero también otras además, arrastran la herida del padre ausente, herido o autoritario.
Padres emocionalmente distantes, críticos, desaparecidos.
Padres que no supieron ver, cuidar, nombrar.
Y sin saberlo, esas jóvenes repudian lo masculino…
pero desde ese rechazo, terminan mutilando su propio femenino.
Quieren escapar del patriarcado…. no saben como hacerlo
Y así, al querer escapar de los mandatos…
Se desconectan también de su cuerpo cíclico, de su sabiduría interna, de su útero creador, de su intuición sagrada, de la voz que susurra desde dentro.
No están eligiendo neutro.
Están eligiendo no sentir.
Están congelando el arquetipo.
Quieren reubicarse…
Pero aún no han encontrado un nuevo lugar para lo femenino libre, fuerte y espiritual.
Ni neutras ni libres: la desconexión femenina como síntoma
¿Y si no fuera rebeldía sino orfandad del alma femenina?Este es un grito silencioso.
No es rebeldía. Es una búsqueda.
No es rechazo real del femenino. Es un exilio.
Y desde allí… podemos tender un puente.
No para forzarlas a volver a lo que fueron sus madres o abuelas,
sino para ofrecerles otra posibilidad: un femenino sin sumisión, pero con alma.
Un femenino que no esté al servicio del otro,
sino al servicio de la verdad interior.
Y para eso, necesitamos madres, guías, terapeutas y maestras que encarnen lo femenino reconciliado.
Que no lo impongan, sino que lo irradien.
Para que un día, cuando estas jóvenes se cansen de la guerra interna,
puedan encontrar un espejo…
y recordar quiénes eran…
antes de olvidarse de sí mismas.
¿Y si no fuera rebeldía, sino orfandad del alma femenina?
¿Y si esa dureza no fuera fortaleza, sino armadura?
¿Y si esa estética neutra fuera el reflejo de una desconexión más profunda —no con la moda, sino con la propia esencia?
Tal vez no estemos ante una generación rebelde, sino ante una generación huérfana de referentes femeninos sagrados.
Huérfana de madres conectadas con su útero, su voz interna, su sabiduría cíclica sin ser aplastadas o rigidizadas por el patriarcado.
Huérfana de mujeres que encarnen lo femenino como fuerza creadora, no como adorno ni mandato.
No se trata de volver a los moldes antiguos. A reinstalar viejas feminidades de mujer frágil y muñequita dependiente.
Se trata de reconciliarnos con el cuerpo como templo.
De recordar que el femenino no es debilidad ni apariencia, sino intuición, conexión, creatividad, tierra, fuego, placer, presencia.
🌸 ¿Qué podemos hacer?
Podemos iniciar el camino de regreso al cuerpo. (Habitual campo de batalla en la mujer)
Respirar con él. Escucharlo.
Acompañar sin invadir. Irradiar sin imponer.
Crear espacios donde lo femenino no sea obligación ni performance,
sino verdad encarnada.
Porque cuando una mujer vuelve a habitarse,
algo en todas las demás empieza a recordar también.
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