Rendirse a la vida, no es claudicar

Rendirse a la vida, no es claudicar, es ceder el control a una inteligencia superior. Rendirse a la vida, en un sentido metafórico, significa aceptar el flujo de la vida, ceder al presente y dejar de oponerse a lo que está sucediendo. Es una práctica de relajación, entrega y aceptación, reconociendo que no podemos controlar todo y que hay un poder mayor que nos guía. ¿Qué pasa cuando por más que haces y haces y nada sale cómo quieres?. ¿Igual lo que quieres no es lo que te conviene?

Una vez me pasó, que quise contratar un proveedor para una website y no escuché a la vida. mi cabeza yo tenía la razón, daba los pasos objetivos y correctos….. y la cagué. No me rendí, seguí forzando las cosas….Ese día que iba a la reunión, el trafico me atrapo literalmente en una obra. Sin escapatoria llame y re agendé la reunión. Hasta aqui parece del o más lógico y normal. Excepto que esa era una señal obvia que obvié. Pase por alto, por ahí noes Mónica. Como ejecutiva está muy claro que reorganizas las acosas hasta que son como tú quieres…. Y otras veces la vida sabe más que tú, y no lees las señales. ¡Y te la tragas doblada! asi fue. Esa contratación me salió re carísima, llena de disgustos problemas e incompetencias. Resultado, en qué hora los contraté! ¿Qué aprendí de todo esto? en lugar de maldecir a mis proveedores (por cierto, me despaché a gusto) después me puse a pensar. En lo de que a veces hay una inteligencia ahi arriba que te avisa y tú no escuchas. Las putas señales, mogollón de alertas rojas que pasas por alto. Porque nos han enseñado a tomar el control de todo. Y no es cierto, no controlamos todo. siempre hay señales que ignoramos porque vamos como un toro en San Fermín, a toda leche y entre mucho ruido.

¿Qué aprendi? a rendirme a la vida, a escucharla en susurros, a hacer silencio a mi alrededor, a meditar, a reflexionar mas y hacer menos. A dejar que las cosas pasen, y pasan , si a tu favor.

Rendirse a la Vida

Rendirse no es derrota, es un arte sutil y olvidado. Es dejar de luchar con el río y permitir que nos lleve hacia donde siempre debimos ir.

Es soltar el volante cuando el alma sabe que otro timón más sabio guía desde lo invisible.

A veces haces y haces… y nada fluye, nada encaja. Insistes, te aferras, reorganizas. Pero la vida susurra: Por ahí no es. Y tú, en tu empeño, callas esa voz sagrada.

Yo también me aferré una vez. Ignoré la señal, el tráfico que me atrapó como una trampa divina. Y seguí, forzando un destino que no era mío. Resultado: una lección cara vestida de contrato y frustración.

Y aprendí.

Aprendí que rendirse no es quedarse quieto, es escuchar con el cuerpo entero cuando el universo habla.

Es danzar con el misterio, dejar espacio a lo inesperado. Porque lo que tú quieres quizá no es lo que te conviene. Y a veces, rendirse es permitir que la vida te sorprenda con algo mejor.

Eso es wu wei. El arte de hacer sin forzar. El arte de ser sin imponerse. Como el bambú que se inclina al viento pero nunca se quiebra. Como el agua que no discute el cauce y, aun así, siempre llega.

Rendirse es volver al centro, a tu verdad más serena, al susurro sabio de la existencia que siempre supo el camino.

Así que no temas rendirte. Es ahí donde comienza la verdadera libertad. Donde la vida, por fin, puede abrazarte.

¿Y tú? ¿Alguna vez sentiste que la vida te hablaba y no la escuchaste? ¿O que al rendirte… todo encajó?

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